En 1691 el Padre Antonio Sepp, misionero jesuita, quien tuvo
destacada acción en las reducciones jesuíticas de Paraguay, describe
así a Buenos Aires;
Este sitio, Buenos Aires, que no es grande, está a orillas del
río de la Plata. El río mide, en el lugar en que desemboca en el
océano sesenta millas de ancho, y es más semejante a un mar que a un
río. Bebemos su agua durante las comidas; es muy sana y ayuda
enormemente a la digestión. Se puede comer cuantas frutas se quiera,
y beber luego esta misma agua sin perjuicio. Todas las casas tienen
planta baja solamente; no están hechas de madera ni de piedra, sino
de tierra o adobe. Por ello se mantienen apenas siete años y luego
se desmoronan y caen fácilmente. Los techos son de juncos. Hace
cinco años, nuestros Padres encontraron cal y el modo de cocer
ladrillos. Por ello, el techo del Colegio no es de paja, sino de
tejas, como en Alemania. Del mismo ladrillo construimos ahora un
campanario, que será el comienzo de una iglesia de este material.
Finalmente se echará mano al Colegio. No hay aquí, como entre
nosotros, bosques ni montes de árboles silvestres, no fructíferos
como robles, abetos, abedules, hayas, pinos, alisos o bien otros,
cuya madera sirve de leña. Por el contrario, puedes encontrar
bosques enteros de duraznos, almendros, higueras, albaricoqueros y
árboles semejantes. Y esta madera de árboles frutales se quema en
las cocinas. Si alguien desea poseer un monte de estos árboles, no
necesita más que sembrar los carozos de los mencionados fructíferos
árboles, como se siembra entre nosotros el trigo. Crecen
inmediatamente, y ya llevan fruto el primer año, lo que es muy
asombroso. Yo mismo he arrancado hoy higos de un árbol, cuyo tronco
era tan grueso, que no pude abrazarlo.
La cosecha de las frutas, en particular de los duraznos y de los
albaricoques, ya ha terminado. La tierra es nota bene tan fértil,
que puedes encontrar por todos lados de doce a quince mil de los más
grandes y hermosos bueyes y vacas, descansando y pastando. Son
cimarrones y no pertenecen a ningún dueño. Si quieres matar un
novillo, ve nomás al campo, enlázale por los cuernos y llévalo a
casa, te pertenece...Los indios no comen otra cosa que carne vacuna,
sin pan ni sal, casi completamente cruda. En el campo abierto
enlazan un buey, le cortan un nervio en la pata trasera con un largo
cuchillo, de manera que el animal caiga. Luego le clavan el
mencionado cuchillo atrás en la nuca. Luego de la tercera cuchillada
la vida abandona al buey. Entonces le cortan el pescuezo, tiran la
cabeza y lo destripan.
Todo esto es hecho rápidamente, en la mitad de un cuarto de hora. En
tanto, otros indios encienden fuego con plantas de cardos, y
mientras aquéllos destripan el animal, éstos ya van cortando con sus
largos cuchillos tiras de carne, que ensartan en una varilla de
madera y mantienen un rato sobre el humo y el fuego, las dejan
calentar apenas y ya las llevan al hocico glotón, devorándolas
mientras por todos lados chorrea la sangre. Y este salvaje pueblo de
indios es tan voraz, que a medida que se va asando un cuarto de buey
de un lado, ya van cortando trozos del otro. De este modo, el asado
ya es deglutido mientras se va asando. Dos indios pueden devorar
fácilmente un buey entero en una o dos horas; naturalmente, sólo la
carne, pues la cabeza, las tripas, las patas y el resto son
desechados. Esto no le parecerá inverosímil a quien haya leído qué
glotones eran, en otros tiempos, Calígula, Máximo, Apicio, Milo y
otros...Luego de éste su bestial banquete, los indios se arrojan
desnudos al agua fría, para que el estómago pueda digerir mejor, a
fin de que el frío exterior impida que se evada el calor interno de
estómago. Otros, en cambio, se acuestan con el vientre sobre la
arena caliente y duermen, hasta haber digerido o por decirlo así,
cocido, la carne. Luego vuelven al campo, cogen un novillo, lo matan
y comen como el anterior. A causa de esta voracidad, raramente viven
más de cincuenta años. Pues casi todos mueren de las lombrices que
se originan en su cuerpo por la carne cruda y sin salar, de modo que
el estómago no puede digerir suficientemente.” |